El futuro del mercado de carbono aparece en las presentes circunstancias caracterizado por algunas incertidumbres. Por una parte depende sustantivamente de que haya continuidad en los esfuerzos políticos de la comunidad internacional orientados a enfrentar el cambio climático y que esos esfuerzos consoliden el marco regulatorio internacional y nacional que precisamente da origen al mercado de carbono. En este sentido, los resultados alcanzados en las cumbres climáticas de Copenhague, Cancún y Durban en materia de acuerdos para el período posterior a 2012 indican que el proceso para la construcción de acuerdos globales va a requerir una más sostenida voluntad política de las Partes de la Convención y más tiempo para su plena concreción, dilatando la posibilidad de que se envíen en el corto plazo señales claras a los mercados.
En diciembre del 2012 finaliza el primer período de compromiso del Protocolo de Kioto y a su conclusión se reduce la certeza respecto de la demanda de permisos de emisión y certificados de reducción de emisiones basados en proyectos.
Por su parte, la crisis financiera y económica global desatada a fines de 2008 redujo las necesidades de cumplimiento de metas de mitigación en el mundo desarrollado, pues las emisiones de GEI cayeron allí como consecuencia de la caída del producto industrial y los niveles de consumo de bienes y servicios. Esta circunstancia disminuyó en parte la demanda de créditos de carbono.
Sin embargo, hay ciertos elementos -como las expresiones acerca de la voluntad de algunos países desarrollados de acompañar el esfuerzo mundial de mitigación del cambio climático, las iniciativas de acciones de mitigación que se están originando en numerosos países en desarrollo, la creciente toma de conciencia y presión de la opinión pública y la sociedad civil en cuestiones ambientales y el actual replanteo global del rol de la energía nuclear a raíz de la tragedia ocurrida en la central japonesa de Fukushima-, que parecen sugerir la paulatina generación de un panorama diferente, en el cual es posible pensar un escenario futuro en el que las finanzas de carbono ocupen un rol cada vez más relevante en las actividades económicas.
Por otra parte, las condiciones predominantes en la economía mundial, en particular el elevado endeudamiento gubernamental en buena parte de los países desarrollados, permiten inferir una creciente transformación en el papel del mercado de carbono y del propio financiamiento climático, probablemente bajo nuevos esquemas de regulación.
En ese sentido, la movilización de recursos privados, que se canalizarán mediante el mercado de carbono para permitir acciones de mitigación a gran escala, y el financiamiento climático, en el que desempeñara un papel clave el sistema financiero en sus distintos niveles de intervención, se constituirán en el soporte esencial para la transformación hacia economías nacionales bajas en emisiones y sociedades resilientes al cambio climático.